Desde ABAJO y desde ADENTRO



Desde la Conquista europea donde, entre otras delicadezas, a los habitantes oriundos del continente los invasores les negaban su posesión de Alma, y por ende, de su condición de seres humanos, hasta las actuales conceptualizaciones de Ciudadanía, ha llovido mucho en estos 514 años. Pero en el entendimiento y tratamiento a las comunidades aún nos queda mucho por caminar.

Afirmamos que América Latina vive una crisis metodológica en el Trabajo Comunitario, la cual no es sólo expresión de insuficiencias técnicas o políticas presentes, sino que es (también) el resultado de los múltiples esfuerzos y logros que se han alcanzado en este terreno.

Los trabajadores de las ciencias humanas y sociales seguimos estando en deuda con la realidad de este continente. Parodiando a Marx podemos decir, que las ciencias sociales y humanas no han hecho más que interpretar la realidad y de lo que se trata es de transformarla.

En América Latina, las políticas de erradicación de la pobreza y de trabajo comunitario, han mostrado una tendencia a los modelos asistenciales que refuerzan la pasividad de las personas, convirtiéndose para algunos en un negocio muy lucrativo y un mercado de consumo. Debemos estar muy autocríticamente alertas para que organismos e instituciones, en sus estructuras y roles, pensadas para transformar realidades no se conviertan en un fin en si mismas.

El neoliberalismo además de consolidar su hegemonía económica, que se traduce en la exclusión y empobrecimiento de grandes masas, implementando sus estrategias globalizadoras, se propone una dominación político-cultural que se proyecta en lo social, grupal y personal. Se ha propuesto por todos los medios la destrucción de las colectividades. Las grupalidades han sido tocadas por su dedo destructor: el callejón sin salida desemboca en el individualismo. LaNo Pertenencia se erige como sintomatología contemporánea. Por eso rehabitar las grupalidades se proyecta a un rango de resistencia cultural.

En el tráfico cotidiano de la epistemología social comunitaria es un lugar común, que reproducimos con acrítica familiaridad, el uso de la conceptualización “intervención comunitaria” . Como la neutralidad no existe, el concepto y su uso, nos sirve para visibilizar un mapa mental impregnado en los trabajadores comunitarios. Cuando usamos la categoría “intervención” lo hacemos desde un lugar de poder: DESDE ARRIBA Y DESDE FUERA. O sea, en una versión corregida, seguimos negándole el Alma a las comunidades. La subvaloración está implícita. Que bueno que existimos para poder salvarlas.

Iremos enfrentando este reto evolutivo que tienen ante sí las ciencias sociales y humanas, si vamos realfabetizando nuestra mirada y nos vamos acercando a ese espacio objetivo y simbólico que es un umbral inevitable: DESDE ABAJO Y DESDE DENTRO.

Por eso los marcos teóricos, pero sobre todo los dispositivos metodológicos que desde la institucionalidad desplegamos (academia, policlínico, escuela, entidad municipal, organización no gubernamental, etc.) deben estar regidos permanentemente por esta convicción, sustentados en la horizontalidad y el diálogo.

La Participación de la comunidad en las dinámicas sociales, no solo debemos entenderla como la cuadratura estadística en los cumplimientos de metas de funcionarios e instituciones, es antes que todo, el Derecho y Responsabilidad Social para el ejercicio de una Ciudadanía Activa. Las estrategias institucionales y los dispositivos metodológicos implementados deben considerar inevitablemente su promoción.

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